sábado, 26 de julio de 2008

Oposición de un interrogativo

22 al 25 de Julio de 2008

¿Dónde estás?… esa ha sido siempre la frase que gira sobre mí cuando pienso en tí, esa ha sido siempre la intención de mis palabras, es una pregunta, definida sólo por su signo. Pero el interrogativo va cediendo a la tensión año con año cada vez más, ya comienza a perder su curva…
Sin ella el tono de la frase va cambiando
y se asemeja a una exclamación,
pronto no recordará que alguna vez esperaba una respuesta,
y sí; temo que para cuando me alcances a oír,
escuches mi llamado más como una demanda
que como una convocatoria.
He recorrido mi camino con esperanzas de un encuentro fortuito, pero no se dio. En ocasiones me detuve a buscar alrededor alguna pista que me lleve hasta tí, y aunque vislumbré algunas huellas, unas pisadas me indicaban un sentido y otras el contrario. Al no saber a dónde ir, seguí mi viaje, y en momentos de debilidad me senté a descansar; esperando también a que tú me encontraras a mí. Largo tiempo pasó, mi fuerza ya había recuperado, pero mis ganas de un encuentro me mantuvieron sentado, esperando verte pasar, esperando que me vieras esperándote.

Además de la fuerza, eventualmente regresó entonces mi ánimo, lo cual no me esperaba, recogí mi equipaje y dejé de buscarte, lo confieso, decidí entonces seguir mi camino pero mantuve la ilusión de que mi deseo de encontrarte modificara subconscientemente el rumbo de mis pasos y me acercara a tí sin alejarme de mis metas.

Y es justo ahora, nueve mil pasos adelante, que he sentido tu presencia, sé que estas cerca, pasaste junto a mí, tus cabellos rozaron mi cuello, mi oído distinguió una risa tuya, más como un murmullo y me has hecho voltear… desapareciste.

¿Dónde estás? ¿Acaso ya te conozco pero temes dejar ver tu posición? Este mareo que siento podría ser por las vueltas que das a mi rededor y todas las veces que me has hecho voltear, ¿Estás jugando conmigo? ¿Acaso es que ya me has reconocido tú a mí? Podría ser que el júbilo que causa encontrar algo largamente anhelado te haga sentir como un infante, entonces brincarías y jugarías alrededor. No… me estoy engañando, cuando un viajero encuentra un oasis después de un largo viaje en el desierto, no se pone a dar saltos y giros alrededor, lo primero que hace es beber de él, tampoco se aventaría de un salto porque entonces agua y arena se revolverían, en cambio se acercaría con cuidado, bebería primero de la orilla y ya después, si es prudente tomaría un baño para refrescarse.

La celebración, los saltos, los giros, gritos y aullidos se darían entonces y sólo después de eso. ¿Qué es lo que sucede entonces, por qué es que no nos podemos reconocer el uno al otro? Tal vez te he mareado también dando vueltas alrededor de ti.

He llegado a pensar que después de todo, es la deshidratación lo que causa mi mareo, que tu aparente murmullo es en verdad mi hermano el viento que me invita a jugar, que la visión de tí es un espejismo causado por la intensa luz solar, que tan sólo te puedo ver en mi vista periférica, y que cada vez que voltee, desaparecerás. Lo único que impide hacerme a esa idea se da en los momentos en que dejo de dar vueltas, cierro mis ojos y tapo mis oídos, pues aún entonces te siento cerca, y la calma regresa…

Pero ¿cómo he de esperar entonces que me reconozcas al verme?, si mantengo los ojos escondidos no podrás ver la manera en que te reflejas en ellos y si mantengo mis manos ocupadas tapando mis oídos no podré tomarte en mis brazos y mucho menos escucharé el momento en que lo pidas.

Por eso es que he abandonado la calma, y he encerrado la interrogación dentro de dos exclamaciones, para poner la tensión sobre ellas y así poder proteger y mantener la curva de mi incógnita.
Así que, si eres quien pienso que eres,
podrás ver a través de ellas
y encontrarás mis palabras
en su estado natural, mis pensamientos.
Y si eres quien dices ser,
podré ver a través de tus palabras
y disipar mi incógnita con tu exclamación.
Si soy quien digo ser,
podré escuchar el significado de tu nombre
y te daré mis oídos para que escuches también.
Y si soy quien piensas que soy,
podrás escuchar mi verdadero nombre
y exclamarás que soy tu incognito también.
Aquí estoy.

lunes, 21 de julio de 2008

Ayer bailé entre leones otra vez

(aun no esta terminado) Julio 2008
Ayer bailé entre leones otra vez,
la planta de mis pies agitaba el agua del mar
y los leones brincaban sobre las olas que se producían
en cada paso, en cada giro y brinco que yo daba.
El león, valiente como es, no se atreve a atacarme pues no lo he retado a hacerlo; me he unido a la manada engañándolo con mi melena que también es roja teñida en sangre pero a diferencia de la suya, la mía no fue bañada con sangre ajena, sangre de inocentes: la mía la pinté con mis propias lágrimas, ese día que terminé de abrir a la fuerza el párpado de mi tercer ojo, pues la ternura me enseñó a abrirlo solo hasta la mitad.
No fue tanto la herida sino la visión lo que me ha hecho sangrar, te advierto que cuando abres el tercero ya no sirve de nada cerrar los otros dos, nunca dejas de ver: y si tú pudieras ver lo que yo, también dejarías crecer tu melena y la bañarías de rojo para ganar la confianza de estos animales.
Por eso continúo bailando entonando un rugido,
por más que me han hecho bailar
alrededor de esta isla solitaria,
las gotas saladas que salpiqué con mis talones
nunca lograron extinguir el fuego en mi corazón.
Así ha sido siempre para mí, pues es sólo por mi voluntad que he logrado aguantar este calor. En mi ir y venir alrededor de esta isla he llamado la atención de varias sirenas, pero ¿cómo explicarles que mis escamas no son de tritón?, no lo creerán jamás pues llevo conmigo un tridente.
En mi danza giratoria, ha sido mi mareo quien me ha acercado por momentos a la costa y los reptiles que se postran en las rocas han hecho un pozo en la arena con sus patas para invitar a que me recueste adentro, abandonar mi baile. Y me han llamado hermano, pero ¿como explicarles que mi piel no es de camaleón si ellos notan que se adapta y cambia de color?...
Debo seguir mi danza, esta isla es mi fogata,
puedo escuchar el fuego crujir;
la mar mi estepa desértica, inerte
pero suficiente densa para bailar
aunque se agite brincando
sobre talones y tarsos.
Nunca me hundiré,
      el viento me acepta dentro de si,
            el mar no.